Si se aspira no solo al cambio,
sino a la evolución a mejor, hay
tres variables que conviene
tener en consideración:
capacidades, motivación y foco
Capacidades:
¿tengo desarrolladas las
habilidades necesarias para
cometer con éxito aquello
que me prepongo? Por
ejemplo, si quiero salir
bien parado en una reunión
en alemán ¿hablo la lengua
de Kant? Si deseo competir
en los100 metros lisos
¿estoy entrenado en
velocidad?
¿tengo las ganas y energía
necesaria para llevar a buen
fin aquello que me propongo?
¿Qué hay de mi entusiasmo,
de mi motor interno? Mi yo
más profundo ¿realmente
quiere luchar e impulsar ese
cambio? Siguiendo con
nuestros ejemplos, ¿me
apetece ir a esa reunión?
¿quiero correr esa carrera?
Foco:
¿tengo
un sentido de dirección, una
forma definida de hacer las
cosas (no todo vale) y unos
objetivos claros? Bajando a
lo concreto, ¿qué objetivo
persigo en esa reunión, al
servicio de qué propósito
está? O en nuestra carrera,
¿qué meta me marco, qué
planificación realista le
acompaña? ¿Por qué quiero
competir?
Si trasladamos esta reflexión a
nuestro sistema educativo.
¿Tenemos las capacidades
necesarias para llevar a buen
puerto una educación excelente?
¿Hay vocación pedagógica en
todos los agentes involucrados
-administración, políticos,
profesores...-? ¿Les motiva
diferencialmente lo que hacen?
¿Cuál es el propósito de la
educación? ¿Se cree que puede
ser palanca, para bien, de
transformación de la sociedad?
¿Tenemos una hoja de ruta clara
para los próximos 10 años? Mi
percepción es que hay muchos
deberes por hacer. ¡Ánimo! El
futuro de nuestros hijos está en
juego.
Reflexión basada en modelo de Oxrford Leadership Academy
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